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Los terrores de conducir por el Corner un viernes por la noche

Para aquellos que tratan de conducir a través de las multitudes de ebrios, puede ser abrumador.

Aaron Doss es un columnista para la sección de vida para The Cavalier Daily.
Aaron Doss es un columnista para la sección de vida para The Cavalier Daily.

El artículo no expresa las opiniones o posiciones de los traductores. El artículo es una versión traducida del artículo que se encuentra a continuación:  enlace

Escritor original: Aaron Doss

Traducido por: Caroline Narvaez y Christine Siu

Ya sea que volvamos de una tarde de estudio de 1515 o que tropecemos de un bar a otro, la mayoría de nosotros sabemos lo que es caminar en el Corner el viernes por la noche. La escena es una horda caleidoscópica de personas. La ropa glamorosa se complementa con gritos coloridos y el hedor inconfundible de Busch Light. Desde la perspectiva de cualquier viejo estudiante que atraviesa la esquina casi todos los viernes por la noche, esto se ha convertido en una parte natural de la vida.

Pero, desde el punto de vista de un estudiante sobrio que está conduciendo, manejar los viernes por la noche por el Corner es lo equivalente a bailar con el diablo.

Navegar las angostas calles de Charlottesville es un desafío para cualquier estudiante joven, y esto es sin tener en cuenta el peligro de conducir mientras varios estudiantes intoxicados camina por las calles  sin rumbo.  Así que durante todo el semestre pasado, evité sacar mi auto en las noches de fin de semana. Había visto los rebaños masivos de personas en las calles, y nunca quise arriesgarme a atrapar a esas personas petrificadas como ciervos en mis faros.

Y, sin embargo, el frío amargo hará que un hombre haga cosas peligrosas, y de ninguna manera iba a caminar por todo Grounds en un clima bajo cero para llegar a la casa de mi novio a medianoche. Aceleré mi motor, respiré hondo e hice lo que tenía que hacer.

No tenía idea de que mi auto era capaz de conducir tan despacio mientras avanzaba lentamente desde Grandmarc hacia el Corner. Me deslizaba sobre las líneas amarillas centrales cada vez que me acercaba a un peatón, asegurándome de darles un amplio espacio por si se decidían tropezar. Contuve el aliento mientras ascendía la colina donde la calle Wertland se cruza con la calle 14. Mis ojos se deslizaron sobre el pico de la colina y se fijaron en el semáforo fuera de Boylan Heights. Había llegado a el Corner, el mismísimo infierno.

Basado en cuántas personas incesantemente pueblan este cruce de luz en un viernes por la noche, uno puede pensar que el sitio es el hogar de un desfile o paga homenaje a la portada del álbum “Abbey Road” de los Beatles. Me senté frente al cruce de peatones, observé ansiosamente cómo pasaban las multitudes y esperé a que la luz se volviera verde.

Sin embargo, una luz verde simple debe tomarse con un grano de sal. Cuando mis padres me enseñaron a conducir, no me dieron las instrucciones específicas necesarias para navegar con éxito por el Corner. Es imperativo mirar hacia todos lados antes de continuar, a la derecha, a la izquierda, detrás de ti, encima de ti, a tu lado, no solo en ambos sentidos. 

Y cuando la luz se volvió verde, eso fue exactamente lo que hice. El último rezagado cruzó la calle iluminado por el resplandor verde fluorescente, y escaneé la escena. La costa parecía estar despejada, así que me aparté del  Corner. Sentí que un peso comenzaba a levantarse de mis hombros, lentamente, lentamente, lentamente hasta que los gritos se desvanecieron y los batallones de estudiantes se redujeron a hormigas miserables en mi espejo retrovisor. Solté el suspiro de alivio más exasperado y me estremecí cuando el diablo salió de mi auto saltando por la ventana del lado del pasajero. Cuando llegué a la casa de mi novio, insistí en que me pagara en Cheez-Its por mis problemas.

Mi viaje fue agotador y requirió la habilidad de Vin Diesel y el nivel de liderazgo del ex presidente Barack Obama. Fue una aventura que nunca desearía para mi peor enemigo y que sin duda evitaré en el futuro a toda costa. 

Pero aparte de desconfiar de cuándo y dónde conduzco, creo que lo más importante que he aprendido de esta experiencia conmovedora es ser más consciente de mi propio comportamiento y la importancia de las aceras, semáforos, cruces peatonales y patrones de tráfico. Necesito ser más consciente al frecuentar el Corner, porque reconozco y simpatizo con los conductores que deben maniobrar a través de las masas de estudiantes universitarios descuidados todos los viernes por la noche.

Aaron Doss es un columnista para la sección de vida de The Cavalier Daily. Puede ser contactado a traves de life@cavalierdaily.com.

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